Desde hace ya mucho tiempo se escucha en distintos ámbitos, (desde empresas, instituciones, organizaciones y hasta en asados) que lo que Argentina necesita es «Educación», que sin ella nunca vamos a salir adelante. Sin embargo, nadie se anima a detenerse y realizar un replanteo sobre la situación que atraviesa el sistema educativo actual, y son muy pocos los que se preguntan para qué futuro queremos formar a los jóvenes y que escenarios estamos creando para ello.
Mientras que gran parte del mundo debate sobre los distintos sistemas y sus contenidos, en nuestro país el eje de la discusión se centra año a año sobre los salarios de los docentes, y si bien es un reclamo válido, la conversación no debería agotarse allí. Paralelamente, la tecnología avanza a pasos agigantados, en los últimos 20 años hemos visto más avances que en los anteriores 200, y en los próximos 20 se realizarán trabajos que aún no han sido inventados.
Esto demuestra que nadie sabe a ciencia cierta cuales son los escenarios y contextos que vamos a encontrarnos en siquiera cinco años. Casi la mitad de los trabajos de hoy no existían hace diez años. ¿Cómo preparamos a los niños y jóvenes para lo impredecible? ¿Qué capacidades deberán tener para enfrentar el futuro? ¿Cómo nos aseguramos de no ser ‘obsoletos’ en el mediano y largo plazo?
Es claro que hay que cambiar el enfoque sobre lo que esperamos de la educación y sus objetivos. Algunos expertos e innovadores a nivel mundial como Ken Robinson y Margaret Heffernan coinciden que para preparar a los jóvenes ante los nuevos desafíos del futuro; se necesitan desarrollar habilidades (mal llamadas blandas) tales como la creatividad, la resolución de problemas y la colaboración. ¿En qué escuela de la Argentina estas tres habilidades son vistas como relevantes?
Debemos dejar de mirar a la educación como un sistema estandarizado que transfiere conocimientos y donde cada chico debe aprender al mismo ritmo. Por el contrario, debemos generar las condiciones de excelencia para que los jóvenes puedan desarrollarse y aprender. Brindar espacios flexibles y divertidos para que puedan dejar volar su imaginación, utilizando plataformas como el arte, la música, las nuevas tecnologías, el juego y el deporte. Estas condiciones no alcanzan por si solas, para ello debemos capacitar a los profesores o facilitadores para que puedan seguir aprendiendo sobre como aprenden los jóvenes. Entender que no existen recetas mágicas, que cada chico es único, y que lo que funciona para uno, no siempre funciona para todos.
La educación va mucho más allá que la escuela, y por lo tanto, la responsabilidad es de todos nosotros. Pensar para qué formamos a los jóvenes y las oportunidades que desaprovechamos al no hacerlo implica un costo enorme, que si no es atendido, seguiremos pagando por muchos años más. Plantearnos ideas superadoras sobre «Educación» es clave para pensar que futuro de país queremos construir.
La educación va mucho más allá que la escuela, y por lo tanto, la responsabilidad es de todos nosotros.
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